Se obligó a memorizarlo tantas
veces como fuera posible, para que en su memoria quedara registrada nítidamente
la cantidad de pasillos, celdas e incluso
la coloración que distinguía una pared de otra, tenía la certeza de que apenas
comenzaran los preparativos ocurriría el descuido que necesitaba para escapar,
atenta a los cambios de guardias, a los minutos que tardaba cada ronda, nada
podía fallar, en realidad nada podía fallar, ella debía huir, había visto una
muestra de lo que sería su destino, alrededor de las llamas, los doce no podían
mentir, las imágenes no podían ser falsas…o sí?.
El invierno había llegado pero en
las celdas, siempre hacía calor, un calor sofocante y húmedo, que los envolvía
en un estado de desesperación, muchos golpeaban sus cabeza contra las paredes
esperando alejar la realidad de sus cuerpos, tantos hombres como mujeres eran
rapados y marcados a hierro candente con la letra de su delito, la de ella
había sido marcada en su cuello, y cada vez que la tocaba recordaba las llamas
y su “verdadero” destino.
Las festividades de mayo
comenzaron bien entrada la noche y de vez en cuando se podía escuchar el
estrepitoso tambor de algún músico principiante, los guardias aún no había sido
cambiados y los que aguardaban estaban impacientes e irritados, golpeando a
quien cayera en su línea de mira, después de haber atacado al preso de la celda
contigua ingresaron a la de ella, basto un golpe certero en el abdomen para que
cayera en seco, mientras la jarana se vivía en las calles, en las mazmorras
solo había terror, pero ocurrió lo que
había intuido, esta vez solo un guardia entro dejando la puerta de su celda
abierta, todo ocurrió con una lentitud extraordinaria, con un pedazo de roca
que había guardado para esta ocasión, azoto con fuerza inusitada el cráneo del
guardia con una rapidez sobrehumana se abalanzo hacia donde se hallaba el otro,
pero un golpe certero en su mandíbula hizo que perdiera el equilibrio,
impulsada por el deseo de vivir se obligó a sí misma a recuperarse, entonces golpeo
con la roca la mandíbula del guardia con tal violencia que se la partió, sin
esperar su caída abrió de un golpe la puerta principal y corrió con todas sus fuerzas por el largo
pasillo que separaba las mazmorras del patio central, hacia final del corredero
estaba la puerta a su libertad, una puerta negra con remaches de metal, donde
un diablillo rojo sonreí con malicia, empujo con toda sus ansias el último
obstáculo, y se vio envuelta por la luz una fogata.
Por temor había mantenido sus
ojos cerrados, esperando calmar su respiración, el viento cálido seguía
llegando sobre su rostro.
— ahora lo sabes. — dijo octubre
— ¿cuándo? — logro articular.
— Todo depende si quieres
escuchar los 11 cuentos faltantes. — respondió Diciembre.
Entonces ocupo el espacio que le
habían reservado, alimento el fuego con un par de leñas y espero que a
Noviembre continuara el relato.
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