SÀRMARTICUS


Regresar a aquel lugar significaba un gran dolor para Minerva, pero ella no lo demostraba, aun así Luvart alcanzaba a sentir el grito desesperado de su alma y por ello había decidido permanecer en silencio…

por fuera el edificio era gris y ruinoso como toda la arquitectura de la ciudad, de dos pisos de alto lleno de ventanas cerradas con protecciones de metal, por dentro el tiempo y el abandono no había opacado el gran hall que se alzaba lujosamente y en el medio dos escaleras que conectaban el primero con el segundo piso tenían un diseño victoriano, pero detrás de estas se hallaba el ascensor, que bajaba veinte pisos bajo nivel del suelo, cuando Beleth fue traída, inmediatamente fue conducida por aquel ascensor que llegaba al sótano del edificio, allí dos puertas de gran grosor separaban los calabozos de la fina estancia… los calabozos estaban situados al lado un largo pasillo de paredes rocosas y pegajosas con muchas puertas ubicadas a cada lado con una serie de dígitos casi borrosos indicaban el numero de la celda, allí minerva había sido despojada de todo.

Luvart se había adelantado inspeccionando cada habitación mientras Minerva le seguía lentamente como si cada paso que diera fuera intensamente doloroso, los gritos de las almas que murieron en aquel lugar aun retumbaban en las paredes y se intensificaban a medida que llegaban a la ultima sala, a la que irónicamente llamaban, “la habitación blanca”, Luvart abrió las pesadas puertas de par en par, ambos se sorprendieron al ver que en el interior aun permanecían los implementos médicos y otros raros instrumentos que minerva reconoció, su mente estaba a punto de explotar, recorrer aquel pasillo había sido una terrible lucha, pero llegar al punto mismo de su tormento, la estaba desquiciando.

Los ecos aumentaron mientras Luvart registraba el lugar, parecía no escucharlo…pero Minerva se tapaba los oídos tratando de acallar los gritos de los fantasmas, la habitación pareció darle vueltas, sus piernas se doblaban solas y en su delirio vio la sangre correr por las paredes como lluvia de tempestad, Minerva grito y Luvart corrió a su lado abrazándola fuertemente, ¿Qué mas podía hacer?.

Minerva cerró sus ojos tratando de calmar el baladro de su alma, pero el sufrimiento era intenso, su cuerpo recordaba las torturas, sus manos y sus pies sentían las amarras de cuero que llegaron a cortarle la circulación de la sangre, su cuerpo temblaban al recordar las inyecciones y los choques eléctricos que la hacían agonizar y aquellas terribles manos frías que la tocaban en su tormento, Luvart la seguía abrazando con todas sus fuerzas, “¿Qué mas podía hacer?”, el calor de Luvart, sus grandes manos rodeándola calentaron su frió cuerpo, poco a poco volvió a la luz, cuando Minerva pudo mantenerse en pie, ambos siguieron registrando la habitación hasta que destruyeron la mayoría de las paredes buscando una puerta secreta, al encontrarla se hallaron frente a otra cuarto donde un viejo escritorio circular coronaba la habitación, rodeado de bibliotecas y en el fondo una caja fuerte, en el cual se guardaban los archivos de tantas investigaciones, Minerva abrió la caja sin dificultad y extrajo todos los informes importantes, Luvart se encargo de guardarlo todo y juntos se marcharon, esta vez Minerva no miro hacia tras, por que ahora tenia las pruebas, para condenarlos.

Comentarios

Karen dijo…
jaja con razon no podia entrar